UNIDOS ESTAMOS, o de la suprema audacia política
UNIDOS ESTAMOS,
o de la suprema audacia política
o de la suprema audacia política
Es prodigiosa la facilidad con la que olvidamos a las grandes figuras del pasado. Estos días recordé que el señor Franklin Delano Roosevelt, Presidente de EEUU, fue, tal vez, el político idóneo para llevar a su país a la victoria en la hora suprema en que en el mundo se libraba la batalla más difícil de la Historia:
la batalla entre el Totalitarismo, y la diversidad de ideas, entre la Libertad, y la esclavitud contra la especie humana, entre la Democracia y las oligarquías de la negación, la muerte, la incultura y la falta de fe en el ser humano.
El Presidente Roosevelt, admirable por tantas cosas, al igual que su esposa y su familia, fue un hombre que pudo equivocarse muchas veces en su vida, pero nunca en lo esencial: la defensa de su país contra la barbarie nazi; la defensa de los valores morales en los que creía; la defensa de la sanidad frente a la locura; la defensa, en fin, del Bien frente a los defensores del Mal.
Desde estas atribuladas páginas sin rumbo, de la Europa de 1540, saltamos al mundo de 1940, a los EEUU de entonces, a la Europa de entonces y a los errores de siempre. Porque esta lucha parece ser interminable.
Pero merece la pena militar en el bando adecuado.
¿Que cuál es? El del Bien, la Verdad y la Vida...
O, si queréis, el de la defensa de la vida, la defensa de la verdad y la defensa de los bienes morales que todos deseamos. No sólo materiales, sino morales, religiosos, de fe.
la batalla entre el Totalitarismo, y la diversidad de ideas, entre la Libertad, y la esclavitud contra la especie humana, entre la Democracia y las oligarquías de la negación, la muerte, la incultura y la falta de fe en el ser humano.
El Presidente Roosevelt, admirable por tantas cosas, al igual que su esposa y su familia, fue un hombre que pudo equivocarse muchas veces en su vida, pero nunca en lo esencial: la defensa de su país contra la barbarie nazi; la defensa de los valores morales en los que creía; la defensa de la sanidad frente a la locura; la defensa, en fin, del Bien frente a los defensores del Mal.
Desde estas atribuladas páginas sin rumbo, de la Europa de 1540, saltamos al mundo de 1940, a los EEUU de entonces, a la Europa de entonces y a los errores de siempre. Porque esta lucha parece ser interminable.
Pero merece la pena militar en el bando adecuado.
¿Que cuál es? El del Bien, la Verdad y la Vida...
O, si queréis, el de la defensa de la vida, la defensa de la verdad y la defensa de los bienes morales que todos deseamos. No sólo materiales, sino morales, religiosos, de fe.
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