lunes, 20 de octubre de 2008

ÉMILE GABORIAU Y MONSIEUR LECOQ

ÉMILE GABORIAU
Y MONSIEUR LECOQ

Las páginas de este blog, además de tratar de Gilbert K. Chesterton, su esposa y sus amigos Hilaire Belloc, George Bernard Shaw y demás, quisieran convertirse en una pequeña compilación sobre los mejores autores de la novela policial y sus obras maestras. Empezamos esta serie con Edgar Allan Poe por razones evidentes: es el creador del género policial, en forma de cuentos analíticos, tal y como a él le gustaba llamarlos. Debemos continuar siguiendo un orden cronológico. Por eso nuestra siguiente parada debe ser el escritor francés Émile Gaboriau.

Émile Gaboriau (1832-1873) fue periodista y novelista, cultivando ambas formas de escritura con sinigual destreza. Fue muy famoso en su época, aunque hoy en día esté un poco olvidado de los lectores. Por esa misma razón no estará de más que resucitemos un poco su figura y su obra. Después de publicar algunas novelas de aventuras (El trece de húsares, 1861; Matrimonio de aventuras, 1862), alcanza la fama con la publicación de su primera novela policial, El caso Lerouge (L'Affaire Lerouge, 1866). En ella aparece el que será su detective de ficción, el avispado y sibilino Monsieur Lecoq, del que hablaremos más abajo.

Al éxito de El caso Lerouge siguieron otras dos novelas policiales con el mismo protagonista: El dossier nº 113 (Le Dossier nº 113, 1867) y Monsieur Lecoq (Monsieur Lecoq, 1869), dividido en dos volúmenes (La encuesta y El honor del nombre). Si bien es cierto que Gaboriau escribió otras novelas policiales, o con ambiente semejante al policial, las mejores son, sin duda alguna las protagonizadas por Monsieur Lecoq. Algunos autores continuaron la saga de Lecoq una vez hubo fallecido Gaboriau, siendo la más célebre La vejez de Monsieur Lecoq (La vieillesse de Monsieur Lecoq, 1878), escrita por Fortune du Boisgobey.

Lecoq es un detective que trabaja para la policía francesa, la Sûreté. Su mayor virtud es la capacidad camaleónica para disfrazarse y es, desde luego, un hombre de acción, como Sherlock Holmes, quien también se disfraza en algunos de sus casos (por ejemplo, en La aventura del detective moribundo). Lecoq es un producto de su tiempo, un hábil policía y un diestro luchador, además de agudo observador de la vida. Resuelve los casos basándose en las pistas que encuentra, en los indicios materiales, como ocurre en El dossier nº 113, donde demuestra su peculiar ingenio y sus dotes deductivas en la recuperación de unos documentos valiosos.

Sin embargo, Lecoq no es fruto sólo de la imaginación de Gaboriau. Su figura estaba basada, al igual que las de Holmes o el Padre Brown, en un personaje real: el famoso comisario Eugène François Vidoq, que había sido ladrón antes de convertirse en el primer jefe oficial de la Sûreté. Parece ser que Vidoq, al igual que Lecoq, era todo un maestro del disfraz y todo un personaje en la vida de París de finales del siglo XIX.

Al igual que en anteriores entregas, el lector nos permitirá que no hablemos de los argumentos de las novelas en las que aparece Lecoq, porque sería imperdonable que le aguásemos su lectura con indicios inconvenientes.

Recomendamos vivamente la lectura de El caso Lerouge y de El dossier nº 113, en especial, ambas traducidas al castellano y de fácil acceso en varias ediciones. Que disfrutéis con las aventuras del singular Monsieur Lecoq.

jueves, 16 de octubre de 2008

ÁLBUM DE FOTOS DE HILAIRE BELLOC

ÁLBUM DE FOTOS DE HILAIRE BELLOC

Para ir complementando el álbum de fotos de Gilbert Chesterton y su esposa Frances Blogg, hemos creído conveniente incluir algunas fotos de su entrañable amigo Hilaire Belloc (1870-1953). Belloc fue uno de los mejores amigos de Chesterton, con quien compartió libros, polémicas y un profundo amor por Dios y por la Iglesia Católica. Es justo que acompañemos aquí las fotos de uno con las del otro, para que también conozcáis algunos instantes de la vida de este agudo escritor anglo-francés.


En esta primera foto podéis verle en su juventud, con la mirada altiva y desafiante (le encantaban las discusiones y polémicas, como a Chesterton), con el mentón saliente, lo que demuestra que era una persona animosa y decidida, de fuerte temperanto.

Su nombre completo era Joseph Hilaire Pierre René y nació el 27 de julio de 1870. En la adolescencia le conocieron por el sonoro y peculiar sobrenombre de "Old Thunder" (Viejo Trueno).

En esta foto podemos verle con una media sonrisa que denota un carácter jovial y vitalista. Su cultura era enorme, especialmente en lo que se refiere a la historia y la literatura francesa e inglesa. Aunque era francés, escribió lo mejor de su obra en inglés y por eso podemos considerarlo un autor inglés.


En esta segunda foto podemos verle en el centro, flanqueado por George Bernard Shaw y Gilbert Keith Chesterton, sus compañeros en la conferencia que debieron pronunciar esa noche, como tres finos duelistas de la palabra, batiéndose cada uno por sus ideas con el agudo acero de su discurso.

Los dos amigos parecen mirar a Belloc entre risas, como si antes hubiera hecho algún jocoso comentario. Vemos que porta además un grueso libro que, sin duda, sería motivo de alguna de las controversias que mantuvieran estos tres gigantes de la literatura inglesa.

Belloc era, tal vez, el más serio de los tres, pero también el más agudo e irónico. Suya es la célebre frase de "La Fe es Europa y Europa es la Fe".

En otra ocasión continuaremos incluyendo fotos de Hilaire Belloc, así como de otros amigos y escritores de la época de Hilaire, Gilbert y Frances.


lunes, 6 de octubre de 2008

ORACIONES TRADICIONALES (3): EL TANTUM ERGO

ORACIONES TRADICIONALES: EL TANTUM ERGO,
DE SANTO TOMÁS DE AQUINO (+1274)

Siguiendo con la serie de oraciones tradicionales que publicamos empezando con el 'Acordaos' de San Bernardo de Claraval, y continuamos con el 'Pange Lingua', ofrecemos hoy otra oración de Santo Tomás de Aquino: el Tantum Ergo. El Tantum Ergo es una oración al sacramento de la Eucaristía, entre el Antiguo rito (el Antiguo Testamento) y el Nuevo. Merece la pena que lo leáis y conozcáis ya que es una de las oraciones más hermosas de la tradición cristiana.

TANTUM ERGO (Versión latina)

Tantum ergo Sacraméntum,
Venerémur cérnui:
Et antíquum documentum
Novo cedat rítui;
Præstet fides suppleméntum
Sénsuum deféctui.

Genitori Genitóque,
Laus et iubilátio;
Salus, honor, virtus quoque,
Sit et benedíctio;
Procedénti ab utróque
Compar sit laudátio.

Amen.


TANTUM ERGO (Traducción castellana)
Honremos, pues, echados por tierra, tan divino Sacramento; y queden desechados, pues vino el cumplimiento, los ritos del Antiguo Testamento. Y si el sentido queda pasmado de tanta y nueva cosa, lo que él no puede, pueda, ose lo que él no osa, la fe determinada y animosa.

Gloria al Omnipotente, y al gran Engendrador y al Engendrado y al inefablemente de entrambos inspirado, igual alabanza, igual honor sea dado.

Amén.

miércoles, 1 de octubre de 2008

EDGAR ALLAN POE (y 3): LA CARTA ROBADA

Edgar Allan Poe publicó La carta robada (The Purloined Letter) en diciembre de 1844 en The Gift for 1845. Es la tercera y última historia en la que aparece el detective Auguste Dupin y forma, de algún modo, una unidad con los otros dos cuentos analíticos ya comentados en las páginas de este blog.

En La carta robada asistimos a un caso especial para Dupin: a un importante personaje de la vida política de París le han robado una carta comprometedora y se halla bajo la amenaza de que el contenido será revelado si no se aviene con la persona que la ha robado. Lo curioso es que la policía registra de arriba a abajo la casa del supuesto ladrón, la ponen patas arriba, pero no encuentran ni rastro de la carta.

En cambio, Dupin no sólo encuentra la carta robada a la primera, sino que la recupera y la amenaza queda neutralizada. Dupin usa para ello su solo instinto y sus dotes de fino observador, así como su agudeza mental y deductiva. La solución estaba a la vista de todos, pero sólo Dupin fue capaz de verla. Es ésta una historia singular que demuestra que a veces no somos capaces de ver lo más obvio, aquello que tenemos delante de nuestras narices.

Para Poe y para muchos de los críticos de sus cuentos analíticos o policiacos, ésta es precisamente su mejor historia, porque es la más sencilla y la más deslumbrante, la que encierra una solución más sorprendente. De las tres historias es, sin duda, la menos truculenta, la que nos parece más verosímil y posible.

Hay, sin embargo, quien le ha criticado a Poe la solución que da, ante la imposibilidad de que Dupin descubriese la carta a simple vista, pero mucho más criticable es la solución a la historia de Los crímenes de la Rue Morgue.

Los tres son excelentes cuentos policiales, que merecen más de una lectura, porque poseen todos los ingredientes de una historia atractiva: la acción, el personaje del detective, el enigma aparentemente irresoluble y la fulgurante solución final.

Como siempre, en La carta robada el detective aficionado (Dupin) supera al profesional, quedando éste en ridículo. Esta será una constante en la novela policiaca hasta la aparición de figuras de policías profesionales como el Comisario Maigret o el inspector Wallander, que son cualquier cosa menos estúpidos funcionarios burocráticos, aquellos que satiriza y critica Poe en sus cuentos.

Os dejo con la lectura de La carta robada, para que disfrutéis de su sencillez, de su lógica y de la aguda solución que Dupin, y Poe con él, nos ofrecen para un caso aparentemente irresoluble. Espero que os guste tanto como las otras dos historias. Sin duda, merece la pena que leáis las tres para comprobar que Poe no sólo es un maestro del cuento policial, sino un artesano insuperable en el arte de la narración a secas.

CHISPAZOS OTOÑALES

Tras el cambio de hora al llamado "horario de invierno" y con la vista puesta en la nueva edición de las Elecciones Generales en ...