jueves, 13 de marzo de 2008

SOBRE LA DOCENCIA EN ESPAÑA: LOS MAESTROS


Ni la Iglesia ni las Humanidades, aunque pueda parecer
que están en ruinas, nunca podrán ser derribadas

SOBRE LA DOCENCIA EN ESPAÑA: LOS MAESTROS

Una persona, no sé quién, me dijo un día que si él pudiera matar a alguien sería a un optimista, porque un optimista, en el fondo, es un pesimista bien informado, pero a veces cansado de sí mismo. Parecía una defensa del suicidio, pero en esa defensa no estuve de acuerdo. Me pareció más oportuna una cita de Cervantes o de quien sea: "A la puerta de tu vecino, no puedes entrar sin llamar antes". Parece una buena idea. O como aquel otro refrán de "Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar".

En el fondo las ideas no son ni buenas ni malas, lo que son malas o buenas son las acciones o las actitudes. Pero cada actitud y cada comportamiento puede ser justificado por las intenciones o las voluntades, que son íntimas, propias de cada persona.

Empecemos por el principio, si es que eso nos lleva a alguna parte. Pues los principios suelen ser buenos finales y los finales no son más que el principio de otras historias. Por ejemplo, la educación y la pedagogia son buenas, pero con medida, como todo en esta vida. Los escritores piden muchas cosas, todas buenas, para sus países, pero si ahora los países son estados, ¿por qué no pensar que algún día fueran posibles unos Estados Unidos del Mundo? No sé si sería una buena idea, porque quizá, como seres humanos, sólo estemos pidiendo regalos, dones, lo mejor para cada uno, para cada familia... La idea de unos estados unidos del mundo es muy vieja, muy antigua. Tal vez la formulase un profesor alemán, el sabio Albert Einstein, Madame Curie o Max Planck con sus cálculos y ecuaciones, sus reflexiones matemáticas, químicas y físicas pensaran e imaginaran un mundo mejor. Pero, ¿tenemos hoy un mundo mejor? Claro. Desde luego es mejor que en la Edad Media y mucho mejor que en la Edad de Piedra. Por supuesto.

Pero ahora, que vivimos en la Era Digital podemos pensar una nueva utopía, escrita en las piedras de cierto Monasterio español, entre Madrid y Toledo. Las piedras también hablan, como nos enseña Víctor Hugo, en Notre-Dame de París. Algún día nuestros nietos verán, sin duda, un mundo mejor, que sea más limpio, donde los trabajadores no sean siervos, donde cada cual se dedique a su trabajo y todos a la tarea de ser más felices, que, como dijo Camus, es la única obligación de un ser humano: ser feliz.

Un matrimonio, en su visita a Tarragona, observó el cariño que demostraban los hijos por sus padres y los padres por sus hijos. Observó como una flecha le dio un trompazo en la espalda porque era un hombre muy obeso y quizá demasiado rotundo. Pero, a pesar de su gordura, interpretó bien la gran lección, la mejor lección que España le había dado y le puede dar a todas las personas que nos visiten. Porque, si hoy vivimos en un mundo global, debemos siempre ocuparnos de lo importante y aquí en España, lo importante siempre ocurre en Navidad.

Para los españoles nuestros hijos son sagrados. Nos parece que lo mismo podrían decir en todos los países y aquello de que 'la letra, con sangre entra' es una barbaridad. No, no es cierto. Porque en otras ciudades, localidades, naciones y estados no se han enseñado las buenas lecciones de nuestros maestros en las artes liberales, el viejo trivio y quadrivio, las artes básicas, las matemáticas, la música, la literatura, la astronomía, la pintura...

Sin embargo, la Pedagogía en Humanidades, tan denostada y aparentemente derrotada en nuestro país, tan olvidada, según dicen, por nuestros gobernantes, ha sido una de las preocupaciones principales, ¿o tal vez no? Es que hoy el saber se ha diversificado, nuestros hijos necesitan aprender idiomas, cultura clásica, francés, alemán... Y eso es muy bueno. Porque así les estamos haciendo más libres, más ciudadanos del mundo, que es el sueño de la Grecia clásica y de la Roma republicana. Les estamos dando todo, lo mejor de nosotros mismos.

Durante siglos ha parecido que la Enseñanza española nos indicaba lo contrario: no estudiéis latín (no sirve para nada); no estudiéis matemáticas (¿para qué puede servir una ecuación?); no estudiéis música, ni educación plástica y visual (¿os dicen que vuestros dibujos son malos?) No, no son malos vuestros dibujos, no. El dibujo de un niño siempre es excelente, es el mejor que para su edad ha podido dibujar. Porque todo sirve para todo, todo es útil. En la vida uno siempre es un aprendiz, un aficionado: un hombre siempre es útil, como una mujer entregada a su familia, o una amiga apasionada por sus libros o sus pinturas. En nuestro mundo, todo es útil.

Nuestros hijos deben saberlo, pero debemos decírselo poco a poco. Ellos, inconscientemente, están aprendiéndolo todo, porque un ser humano aprende incluso dormido. Soñando está, tal vez, aprendiendo de los ángeles, o de la radio que escucha, o de una conversación de otro día o de un comentario que le hizo su mujer o un amigo. Por eso, con toda modestia, con toda humildad, os pido una locura, un absurdo: no maltratéis a vuestros hijos, que los cuidéis mucho y que, como Kant, pero con todo cariño, apliquéis ese imperativo categórico, tan antiguo y tan moderno a la vez: no maltratéis, si no queréis ser maltratados; cuidad les mucho, para que ellos os cuiden; dad les lo mejor de vosotros. Siempre, como decimos en España, de lo bueno, lo mejor y, de lo mejor, lo superior.

Ésa, creo, fue la mejor lección que G. K. Chesterton aprendió en España. Al menos, ésa es la lección que he aprendido yo en España. Los niños lo que más necesitan es cariño, comprensión, honestidad. Incluso a veces necesitan que se les mienta. Sí, porque muchas veces hay que mentirles en ciertas cosas esenciales y que para su edad no deben conocer. No se les debe poner nada peligroso que pueda atentar contra su propia vida (los juguetes equivocados) o la de otros niños. Por eso pienso que, de igual modo, los adolescentes deben cuidarse y, si han de tener vicios, que los tengan sanos, que tengan el vicio de la lectura, pero con mesura; que escriban; que jueguen; que sean felices, y estén bien, muy bien protegidos por sus padres y sus familias. Que salgan, se diviertan y vivan su vida: sobre todo éso, que vivan su vida.

¿Cómo no defender a la familia, del tipo que sea? Si es lo más defendible. ¿Cómo no defender el matrimonio, a pesar del divorcio? El matrimonio es defendible y el divorcio también, pero con razones y argumentos justificados y justificables. No se puede atar ni maniatar la libertad de la persona, no se puede huir de ser humano, pero tampoco debemos dejarnos llevar por el vicio, la incultura, el analfabetismo (del tipo que sea, ¿o no hay analfabetos en la sociedad actual?), no: huyamos de la falta de higiene, del desconocimiento de las lenguas de los países de nuestro entorno, huyamos de todo lo viejo. Hagámonos nuevos cada día. Pues ¿cómo se puede hacer una defensa de la suciedad y al mismo tiempo una defensa de la basura? Es indefendible, dicho al mismo tiempo. No, en ningún caso.

Defendamos aquello en lo que creemos, las buenas cosas del mundo y, de lo demás, olvidémonos. Importa lo importante. Los problemas de cada persona son suyos, busquemos las soluciones a nuestros propios problemas, que los hay, son muchos y algunos muy acuciantes: terrorismo, paro, hambre, miseria, pobreza, deshonestidad... Por eso estoy seguro de que todos los españoles estaremos de acuerdo en una cosa. Algo muy importante, vital: nuestros hijos se merecen un mundo mejor que el que nosotros recibimos de nuestros abuelos y de nuestros padres.

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