ALBUM DE FOTOS DE GILBERT Y FRANCES (5)
ÁLBUM DE FOTOS DE GILBERT Y FRANCES (5)
Buceando en Internet el otro día me llevé la gratísima sorpresa de encontrar tres fotos de Gilbert Chesterton y de su esposa Frances Blogg, las cuales no había visto antes y de ahí la sorpresa y la emoción del hallazgo. Estaban (y están) en una página de la BBC y, en seguida, quise bajármelas por si luego no volvía a encontrarlas (sí, queridos amigos: misterios de google, pero a veces aparecen unas fotos que luego, en otra búsqueda con las mismas palabras, no hay forma de hallar de nuevo). Días después, las colgué, para disfrute de propios y extraños, en la página de fans que Chesterton tiene en Facebook, de la cual ya hablé en otra entrada de este blog. Por cierto que esa página tiene actualmente casi 7.500 fans, dicho de paso, lo que no está nada mal. En fin, me gustaría comentar esas fotos y compartirlas con vosotros, por lo que las pongo aquí, y de esa forma continuar el álbum de fotos sobre la encantadora y adorable pareja que hace ya tiempo inició su andadura en este blog. Al lado de las fotos, algunas palabrillas mías, que son lo de menos, por supuesto. Espero y deseo que os gusten estas imágenes. Ahí van:
En esta primera podemos ver a GKC de joven, con lel cabello espeso y caracoleándole por la cabeza, luciendo una melena leonada, revuelta y romanticona, con ese aspecto de escritor bohemio que lució casi toda su vida, a pesar de los desvelos y los cuidados de su maravillosa mujer. Gracias a ella, Gilbert pudo centrarse en su labor de escritor, pues el genio se despistaba con una facilidad pasmosa. Prefería estar fuera de casa, alternando, que enclaustrado en un la biblioteca o en su hogar, escribiendo poemas o relatos. Así, cuando alguien, sorprendido por las agudezas del escritor, le preguntó que de dónde sacaba esas ideas tan ingeniosas, él siempre respondía: "Pues de los pubs". Frances supo darle la serenidad y la constancia que le hacía falta para, además de componer su ingente obra, ganarse la vida y asegurar el futuro de los dos, y de tanta gente que, directa o indirectamente, dependía de su trabajo periodístico y literario.
En la segunda foto, vemos al escritor en su madurez (las canas asomaban por su frente y la melena ya no estaba tan poblada como antaño), pero aún lleno de una energía, una vitalidad y una actividad mental envidiables. Está sentado tranquilamente, a la puerta de su casa, fumando un cigarrillo (fue firme defensor de esos pequeños vicios, que él consideraba tan humanos), y es posible que mirase a su esposa Frances, porque estaba allí, como demuestra la siguiente foto. Sin duda, ambas fueron tomadas el mismo día (el traje de Gilbert es idéntico en las dos). La actitud de absoluta calma y relajo, el pitillo en la mano izquierda, las gafas con cordel (típicas de este autor) y el cuello hoy un tanto anticuado, con la corbata y el chaleco, representan una buena estampa del escritor. Como anécdota sobre el tabaco, cabe anotar una curiosidad que nos reveló Maisie Ward, una de las secretarias de Chesterton. En su libro sobre el autor, desvela que, antes de ponerse a dictarle unas páginas, siempre realizaba el mismo ritual: con el cigarrillo encendido, trazaba la señal de la cruz con el humo, y de esa forma podía empezar a dictar sus textos, seguro de contar con la inspiración divina y de ahuyentar al maligno, que en toda ocasión encuentra lugar para colarse en nuestras vidas.
En la última de las tres fotos podemos ver a la pareja junto a la entrada de su casa. Ella está sentada, con el bolso bajo la mano izquierda, el traje con falda larga y un chal de piel sobre los hombros; él, de pie, junto a ella, con las manos en los bolsillos de la enormísima chaqueta (medía casi dos metros de altura y no nos atrevemos a decir cuánto pesaba). La foto es muy tierna, aunque ya sabemos de la flema y de la frialdad de los ingleses, y más en los de aquella época, muy remisos a mostrar en público sus emociones, aunque sean de amor y de cariño. Esta imagen trae a mi memoria un comentario de Chesterton que ahora no sé dónde leí. Tal vez en uno de sus artículos o ensayos, no estoy seguro. Se refería a la costumbre de ciertas parejas de fotografiarse estando el marido sentado, en actitud casi marcial y de dominio, mientras la pobre esposa debía permanecer de pie. Al caballeroso escritor inglés esa postura le parecía aborrecible y da buena muestra de su opinión en esta foto, donde queda patente que, de estar uno de los dos de pie, debe ser el esposo.
Espero que os hayan gustado estas imágenes, las cuales retratan a la perfección a dos personas encantadoras que supieron hacer de su vida una maravillosa aventura, llena de amor y de mutua comprensión, alegrando la vida de todos aquellos que se cruzaron en su camino. Os deseo que viváis una vida tan dichosa como la que compartieron Gilbert y Frances. Que paséis un buen fin de semana, amigos.
En esta primera podemos ver a GKC de joven, con lel cabello espeso y caracoleándole por la cabeza, luciendo una melena leonada, revuelta y romanticona, con ese aspecto de escritor bohemio que lució casi toda su vida, a pesar de los desvelos y los cuidados de su maravillosa mujer. Gracias a ella, Gilbert pudo centrarse en su labor de escritor, pues el genio se despistaba con una facilidad pasmosa. Prefería estar fuera de casa, alternando, que enclaustrado en un la biblioteca o en su hogar, escribiendo poemas o relatos. Así, cuando alguien, sorprendido por las agudezas del escritor, le preguntó que de dónde sacaba esas ideas tan ingeniosas, él siempre respondía: "Pues de los pubs". Frances supo darle la serenidad y la constancia que le hacía falta para, además de componer su ingente obra, ganarse la vida y asegurar el futuro de los dos, y de tanta gente que, directa o indirectamente, dependía de su trabajo periodístico y literario.
En la segunda foto, vemos al escritor en su madurez (las canas asomaban por su frente y la melena ya no estaba tan poblada como antaño), pero aún lleno de una energía, una vitalidad y una actividad mental envidiables. Está sentado tranquilamente, a la puerta de su casa, fumando un cigarrillo (fue firme defensor de esos pequeños vicios, que él consideraba tan humanos), y es posible que mirase a su esposa Frances, porque estaba allí, como demuestra la siguiente foto. Sin duda, ambas fueron tomadas el mismo día (el traje de Gilbert es idéntico en las dos). La actitud de absoluta calma y relajo, el pitillo en la mano izquierda, las gafas con cordel (típicas de este autor) y el cuello hoy un tanto anticuado, con la corbata y el chaleco, representan una buena estampa del escritor. Como anécdota sobre el tabaco, cabe anotar una curiosidad que nos reveló Maisie Ward, una de las secretarias de Chesterton. En su libro sobre el autor, desvela que, antes de ponerse a dictarle unas páginas, siempre realizaba el mismo ritual: con el cigarrillo encendido, trazaba la señal de la cruz con el humo, y de esa forma podía empezar a dictar sus textos, seguro de contar con la inspiración divina y de ahuyentar al maligno, que en toda ocasión encuentra lugar para colarse en nuestras vidas.
En la última de las tres fotos podemos ver a la pareja junto a la entrada de su casa. Ella está sentada, con el bolso bajo la mano izquierda, el traje con falda larga y un chal de piel sobre los hombros; él, de pie, junto a ella, con las manos en los bolsillos de la enormísima chaqueta (medía casi dos metros de altura y no nos atrevemos a decir cuánto pesaba). La foto es muy tierna, aunque ya sabemos de la flema y de la frialdad de los ingleses, y más en los de aquella época, muy remisos a mostrar en público sus emociones, aunque sean de amor y de cariño. Esta imagen trae a mi memoria un comentario de Chesterton que ahora no sé dónde leí. Tal vez en uno de sus artículos o ensayos, no estoy seguro. Se refería a la costumbre de ciertas parejas de fotografiarse estando el marido sentado, en actitud casi marcial y de dominio, mientras la pobre esposa debía permanecer de pie. Al caballeroso escritor inglés esa postura le parecía aborrecible y da buena muestra de su opinión en esta foto, donde queda patente que, de estar uno de los dos de pie, debe ser el esposo.
Espero que os hayan gustado estas imágenes, las cuales retratan a la perfección a dos personas encantadoras que supieron hacer de su vida una maravillosa aventura, llena de amor y de mutua comprensión, alegrando la vida de todos aquellos que se cruzaron en su camino. Os deseo que viváis una vida tan dichosa como la que compartieron Gilbert y Frances. Que paséis un buen fin de semana, amigos.
Comentarios
espero que también tu vida sea dichosa.
Un abrazo
Imagino que lo que te voy a contar lo conocerás: primero un libro sobre la vida de los hermanos Chesterton escrito por Cecil Chesterton, esposa del hermano de Gilbert que murió en la I Guerra Mundial, titulado "Los Chestertons" y que lo he visto publicado en la editorial sevillana Renacimiento. Por cierto una pésima edición llena de erratas.
Por otro lado el blog Rayos y Truenos de Enrique García Máiquez, que era el que elgía y traducía los artículos de GKC para la revista Chesterton. Hombre, su blog no está basado en Chesterton, pero es muy interesante.
Un saludo
Creo que tus últimas palabras sobre Gilbert y Frances ("supieron hacer de su vida [...] en su camino") son lo más bonito que se puede decir sobre una pareja. Intentar vivir cada día de forma que poco a poco se construya una historia de amor tan bonita como la suya puede ser una buena forma de disfrutar de una larga sucesión de momentos felices. Son un precioso ejemplo a seguir!
Dos besos.
PD. Dos metros! Qué barbaridad!
Dos besos!