ES INÚTIL ESCAPAR
“Siempre es agradable la compañía”, pensé, de forma ingenua, cuando por primera vez coincidí con él en el tren de vuelta a casa. Su rostro bonachón, sus pícaros ojuelos, su eterna sonrisa flotaban vaporosos en mi mente, sin que supiera cuándo o dónde le había visto antes. Él me identificó desde el primer momento. “Soy Vázquez, de quinto de E.G.B, ¿me recuerdas?”, con esa vocecilla suya, chillona, insoportable. Era Vázquez, de quinto de E.G.B, pero ni por asomo me acordaba. Tras leve vacilación, fingí reconocerle, se alegró y hablamos de aquel tiempo supuestamente compartido, tiempo ya irrecuperable. Hablamos de la vida, de nuestras vidas, del trabajo, de esto, de aquello, de lo otro y de lo de más allá. Las consabidas palabras, las palabras de cortesía. La posibilidad de volver a vernos, quedar y tomar algo. Por los viejos tiempos. ¿Qué tiempos? Pero ¿qué habíamos compartido?, si apenas le recordaba. “Mi número de móvil es…” Fin de trayecto. Fugaz despedida. De nuevo, el olvido. Pasaron los días. Volvimos a encontrarnos en el tren. “No me llamaste”. A pesar de ello, su sonrisa era permanente. “Disculpa, estuve muy ocupado, ya sabes, el trabajo”. Seguía sonriendo. Esta vez no hablamos: hablaba él. Él solamente. Hablaba sin parar, con esa vocecilla suya, chillona, insoportable. “¿No has visto esa película?...”, un tema tras otro, “riquísima merluza…”, un párrafo tras otro, “el problema de la crisis…”, sin conexión aparente, “es mejor ir en mayo…”, bombardeando mi sistema nervioso. No podía creerlo. Antes nunca nos habíamos cruzado. Ahora era imposible que dejáramos de vernos. Un día, y otro día, y otro día, todos los días, al salir del trabajo, exhausto, temeroso de tropezármelo de nuevo, temblando por tener que aguantar su incansable verborrea. Por mi propia salud mental, cambié de turno y empecé a trabajar por la tarde. Durante dos semanas no volvimos a encontrarnos. Estaba seguro de mi éxito. Y una noche, al salir de la oficina, la misma voz chillona, insoportable. “Te echaba de menos. Pero no te preocupes. Yo también he cambiado de turno”. Vuelta a empezar. Continua catarata de palabras sofocantes, monótonas, plomizas. Sin posibilidad de réplica o descanso. Una noche, y otra noche, y otra noche, todas las noches, y mil noches más. Mi esposa estaba alarmada. Yo tenía pesadillas en las que Vázquez lo inundaba todo con su mar inagotable de palabras. El mar en el que yo me ahogaba. Tenso, crispado, enloquecido, no pude evitarlo. No pude evitarlo. Es inútil escapar de un impulso semejante. Encontraron su cuerpo hecho un guiñapo junto a las vías del tren. ¿Para qué fingir? Confesé mi crimen a las autoridades. “Soy libre, soy libre, soy libre”, pensé, de forma ingenua, mientras me encerraban. A través del ventanuco de la celda se filtraba la luz de la luna. A mi lado, entre tinieblas, la vocecilla chillona, insoportable, que decía “Soy Vázquez, de quinto de E.G.B, ¿me recuerdas?”
Comentarios
Debería usted prodigar más su prosa,Mr.
Un verdadero "pipermint aftereight", su relato.
Un saludo.
Dos besos.
Muchas gracias por tus buenos deseos!
Con la bici cada vez estoy más contenta. Tardo menos en llegar y disfruto más del trayecto. Ha sido una gran idea!
Pasadlo vosotros también muy bien!!
Dos besos!!
Estoy dispuestísimo a felicitarte cuanto antes por san José..., por pepe o por papa... ( o por cardenal)
Un sincero saludo.
¿es autobiográfico? ¿Tenéis internet en las celdas?
¿Y no podía decirle que le dejase en paz? ¿Es mejor matar que quedar mal? Es lo típico de las películas, en las que siempre encuentran la forma de hacer el tonto no llamando a la policía. ¿Para qué complicarse la vida?
Una matización a una cuestión que veo lleva usted unos días rondando; la fogosidad primigenia no me viene de las fallas, pues en donde yo realmente soy y me nací, llamámoslas fogueres . Esta matización se debe al singular rechazo que a un "foguerer" le provoca que le llamen "fallero", que debe ser algo así como decir que me encantan las sardanas que se bailan en la Arganzuela por San Isidro.
Dicho lo cual, se disculpa el error
y se insiste en el agradecimiento a sus bonitas y amables palabras de elogio.
Un abrazo (jeje)
Un abrazo.
De fallero andaría yo lo mismo que vos de chulapa.
Venga, Chester.
Un abrazo.