martes, 17 de noviembre de 2009

Nuevas aventuras de Holmes y Watson (4)

LA 
AVENTURA 
DEL 
DIAMANTE 
PEDRUSKOW 
(IV) 


[Dedicado a Sir Lance]

VIII
Al día siguiente de nuestra llegada a Moresby Mansion me desperté un poco más tarde de lo que acostumbro. Me despertó un olor apestoso: era la pipa de mi amigo Holmes, el cual ya se hallaba levantado desde hacía horas. No dejaba de dar vueltas por la habitación. Compartíamos el cuarto, aunque en aquella casona habría cabido un regimiento de infantería. Bostecé y, preocupado por el nerviosismo de mi amigo, decidí interpelarle:
-¿Qué le ocurre, Holmes? ¿Algo va mal?
-Nada, querido doctor, nada .-Pero en la expresión de su rostro, que conocía después de tantos años de aventuras juntos, leí los inequívocos signos de la duda. –¿Recuerda que ayer les dije a Lestrade y a usted que creía tener el caso resuelto? Bien, pues hoy no estoy tan seguro. No suelo arriesgar un resultado, y usted me conoce demasiado bien, si no estoy seguro de mi éxito, pero esta mañana me he levantado pesimista. Tal vez mi primera hipótesis era errónea.
Ver dudar a mi amigo (¿se estaba haciendo viejo?) me conmovió, porque yo siempre había admirado su estilo resuelto, decidido, directo como una flecha hacia el blanco. Traté de animarle.
-No se inquiete, Holmes. Seguro que no anda usted descaminado. Como no sé cuál era esa hipótesis suya, difícilmente puedo juzgar, pero me fío de sus intuiciones y deducciones más que de un juez del Supremo. Por cierto, ¿recuerda el caso del juez anglo-alemán Balthasar von Garzonen (Holmes asintió) y cómo usted le atrapó en el desfalco de aquellos cursillos falsos para marquesas viudas? Fue todo un triunfo y usted fue el único que se atrevió a sospechar del magistrado, cuando nadie más le hacía caso. Fue un soberbio triunfo, gracias a sus dotes de deducción. Así que no dude más y vayamos a tomar el desayuno. ¿No huele usted a bocata de calamares con pimientos? La señora Hutchinson habrá hecho un apetitoso breakfast, dear Holmes.
Bajamos a desayunar y en el camino me sorprendí a mí mismo pensando que no le había sonsacado sobre sus dudas y sobre la hipótesis que de forma tan categórica le llevó a dar por resuelto el caso. Los acontecimientos posteriores demostrarían que Holmes, una vez más, no se equivocaba.


IX
Tras desayunar salmorejo con huevos y jamón, dos bocatas de calamares y tres cafés muy cafeinados, bajamos al salón para encontrarnos con Lestrade. La noche antes habíamos convenido con el inspector Lestrade (el cual se fue muy tarde a dormir a “La Posada del Calamar Bizco”) que a la mañana de ese día convocase a todas las personas que vieron con vida a lord Godofredo Moresby-Passington, o sea: el sobrino del lord, Artemio Moresby-Jones; el doctor, Rodolfo Hopkins; el abogado, Basilio Wardroper; el ama de llaves y jefa de cocinas, Gaspara Hutchinson; Tim Timson, el mozo de cuadra, y el resto de servidores de Moresby Mansion, entre los cuales merecen nombrarse a Jeromín Benson, el mayordomo; Euclides Foster, el jardinero; y Dorotea O’Hara, una de las doncellas. Todos ellos eran sospechosos para Lestrade, aunque, por supuesto, dado que Artemio Moresby-Jones era el principal beneficiario del testamento del lord (aplicando la máxima qui prodest?, ¿a quién le aprovechaba más la muerte de Moresby?), la mayoría le culpaban con sólo mirarle, pero nadie acertaba a saber cómo se las pudo ingeniar para matar a su tío, estando vigilado por el doctor, el abogado, el servicio doméstico y con la puerta y ventanas del cuarto del difunto Lord, su tío, cerradas a cal y canto.
Lestrade nos llevó aparte y confirmó estas sospechas:
-Aún no sé cómo pudo hacerlo, pero estoy convencido de que el sobrino mató al lord. El tal Artemio Moresby-Jones es un crápula y un disoluto, según me han informado los agentes de la policía local. Gasta enormes cantidades de dinero en las carreras de tortugas y ahí tienen ustedes un buen motivo para que asesinase a su tío…
-Pero eso –aseveró Holmes– no implica que lo hiciera. Además está la penosa cuestión del robo del diamante. ¿Por qué iba a robarlo si, como es presumible, lo iba a heredar junto a las otras posesiones del lord? No tiene sentido.
Lestrade refunfuñaba:
-Bueno, en eso no había pensado yo… Tal vez lo robase para inculpar a otra persona. Mis amigos de la policía local me aseguran que el abogado, esa mosca muerta de Wardroper, es un amante de la joyería de lujo y es probable que codiciase el diamante. Tal vez Moresby-Jones lo sepa y robase la joya para echarle el muerto (con perdón) al abogado y albacea del difunto lord.
Holmes mordisqueaba la pipa. Ya se iba retrasando la hora de entrevistar a los amigos y criados del pobre lord Moresby. Aplazó la disquisición con el hosco Lestrade, y pidió que llamase al sobrino para interrogarle. Yo asistía a aquellas discusiones, entre interesado y divertido, tomando nota de todo, porque yo siempre tomaba muchos apuntes en la facultad de medicina, aunque luego me catearan en casi todas las asignaturas.



[CONTINUARÁ...]

2 comentarios:

Adosinda dijo...

Hola, ya te vuelvo a tener localizado. Me llevé un susto al ir a wordpress y ver que habías borrado el blog, pensé que te había pasaso algo pero ya veo que has vuelto a blogger. Tengo que modificar el enlace en mi blog.

<3

Anónimo dijo...

Buen comienzo

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