lunes, 16 de noviembre de 2009

Nuevas aventuras de Holmes y Watson (3)

LA 
AVENTURA 
DEL 
DIAMANTE 
PEDRUSKOW 
(III) 

[Dedicado a Sir Lance]


Muchas fueron las aventuras que el Dr. John H. Watson no pudo o no quiso contar de su amigo Sherlock Holmes, el mejor detective del mundo. Pero que el buen doctor no las revelara al público en su momento no quiere decir que no existieran. Y, así, las escribió y las guardó en su archivo para disfrute y regocijo de sus nietos y de las generaciones del futuro. Nosotros hemos podido tener acceso a esos archivos hasta ahora secretos y aquí os iremos ofreciendo algunas de aquellas desconocidas aventuras de Holmes y Watson.


VII




El inspector Lestrade continuó su relato de los hechos: 

“La colcha estaba tan llena de sangre que el ama de llaves, espantada por la horrible visión, tiró al suelo la bandeja con el té y llamó a los demás, gritando como una loca. Atraídos por los gritos, llegaron Moresby-Jones, el sobrino, el doctor Hopkins y Wardroper, el abogado. 


Tomó la iniciativa el doctor Hopkins, quien al ver la colcha llena de sangre, mandó al abogado que cogiera la caja de caudales para poner a salvo el diamante y al sobrino que se llevase a la histérica señora Hutchinson y a todos los demás abajo, mientras él intentaba ver si podía salvarle la vida al lord, aunque mientras se iban oyeron cómo el médico susurraba tristemente ‘Imposible, está muerto’. 


El sobrino bajó con la señora Hutchinson y los demás miembros del servicio doméstico y se instalaron en el salón. El abogado les acompañó, con la caja de caudales bien protegida. 


Por curiosidad, el sobrino pidió al abogado que le enseñase el diamante. Wardroper accedió a regañadientes. Cuando abrió la caja comprobaron que ¡el diamante había desaparecido! Así, a las once y media, el sobrino del lord subió al cuarto de su tío. El doctor estaba pálido por la impresión. 


Le permitió entrar, diciéndole que no había podido hacer nada por su tío. Mientras, el abogado mandó que llamaran a la policía local de Surrey, quien acudió lo más pronto que pudo. A las doce comenzó oficialmente la investigación del caso: lord Moresby había sido asesinado y su muerte la causaron tres salvajes puñaladas en el pecho. El diamante había desaparecido y, lo más inquietante de todo, era que ¡nadie había podido entrar ni salir del cuarto de lord Moresby Passington sin ser visto! 


Recuerden que la estancia se hallaba cerrada con llave y las ventanas del cuarto también estaban cerradas por dentro. Ayer nos llamaron de Surrey para que colaborásemos con ellos en la resolución del caso y es que la policía local no es muy eficiente que digamos… Esto son los hechos más destacados del caso, caballeros”.



Lestrade terminó su pomposo discurso, y ni siquiera las lujosas lámparas de la Mansión pusieron algo de luz en su relato. Holmes estaba reconcentrado en el butacón, fumando y pensando, con los ojos cerrados. Al poco, preguntó:








-¿El ama de llaves, la señora Hutchinson, llegó a entrar en el dormitorio de Lord Moresby? Quiero decir, ¿traspasó el umbral de la puerta o no?








-Creo que no –dijo Lestrade, lacónicamente. Es más. Estoy seguro de que no. No, no entró, porque la bandeja con el té derramado estaba fuera del cuarto.








-Entonces ya hemos avanzado algo. Casi diría que tenemos el caso medio resuelto…








-¿¡Cómo?! –se levantó Lestrade, despertándose definitivamente de su letargo.








-No me mire usted así, hombre. Creo saber quién mató a Lord Moresby, pero aún no sé dónde puede estar el diamante sustraído. Es la segunda parte del asunto, porque aquí hay dos crímenes, tal vez tres, ya veremos.








-¿De veras… –balbuceó Lestrade– de veras sabe usted quién mató al lord?








-Sí, gracias a su acertada respuesta sobre el ama de llaves. Mañana mismo he de empezar a interrogar a todo el mundo. Por eso, señores, me voy a la piltra, que mañana tengo mucho que trajinar.








-¿No nos adelanta nada? –musité, asombrado por la sagacidad de mi amigo.








-Sí que les adelantaré algo…








Los dos, Lestrade y yo, le miramos con cara de lechuzas hipnotizadas.








-Que nada es lo que parece y que me encanta la decoración de este salón.









Quedamos ayunos de pistas. Lestrade, enfurruñado, volviose a su camastro en “La Posada del Calamar Bizco” y yo, intrigado, empecé a escribir esta historia en mi diario. A lo lejos, las campanas de una iglesia tañeron dos veces: eran las dos de la mañana y ninguno, excepto Holmes, sabíamos quién habría matado a Lord Moresby Passington y habría robado el diamante Pedruskow.




[En breve, CONTINUARÁ...]




1 comentario:

Yasser dijo...

Oigan por cierto van a estrenar una película de Sherlock

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