ERASMO EN LA ENCRUCIJADA (4ª parte)

ERASMO EN LA ENCRUCIJADA ENTRE HUMANISMO Y REFORMA (4ª parte)


1.1.4. Evolución socioeconómica y religiosa. Las nuevas naciones y la Reforma. El proceso de secularización. El renacer económico y el expansionismo colonial.


Al tratar del surgimiento de las nuevas naciones conviene resaltar que algunos estudiosos e historiadores del Renacimiento desarrollan una periodización de la Edad Moderna distinta según determinados hechos puntuales que marcaron la historia de esas naciones. Así, se habla de 1479 para España, con la unión de los reinos de Castilla y Aragón; se adelanta a 1485 para Inglaterra, con la subida al trono de la dinastía de los Tudor; a 1494 para Francia, porque fue entonces cuando comenzaron la invasión y las guerras de Italia y, en fin, hacia 1519 para el mundo germánico, con la elección de Carlos V como Emperador [1] aunque esta fecha es discutible, como todas, sobre todo si se tienen en cuenta las repercusiones que el movimiento de reforma luterano tuvo en el nacionalismo alemán, como en seguida comprobaremos.

Para Portugal, por ser el lugar objeto de nuestro estudio, no es fácil decidir una fecha precisa (aunque ello sea hasta cierto punto inútil), pero nos atrevemos a sugerir el periodo que va entre 1481 y 1495, entre el reinado de João II (1481-1495) y la subida al trono del rey Manuel I (1495), con quien se abre la etapa de máximo esplendor y poderío del imperio portugués [2]. Ambos monarcas pertenecían a la casa real de Avis.

En cuanto a los cambios políticos y sociales, en lo aquí nos concierne, la concepción política europea aún se puede caracterizar bajo el polémico rótulo de feudalismo, con una sociedad jerarquizada [3] sometida a todo tipo de autoridades, desde las políticas, jurídicas y laicas en general, hasta las eclesiásticas, organizadas según los distintos estados en monarquías absolutas con luchas feudales entre los nobles y la corona (España, Inglaterra y, en menor medida, Portugal); monarquías también absolutas, de tipo hereditario, pero sin esas luchas interiores (Francia); señorías y ciudades-estado, pero con falta de unidad territorial (Italia) y entidades supranacionales (el Imperio germánico y sus satélites) gobernados por una única autoridad con ramificaciones a todos los niveles, aunque gozando de cierta autonomía (los príncipes electores) [4].

El sistema político dominante era, por tanto, la monarquía, bien fuera hereditaria (España, Portugal, Inglaterra, Francia) o electiva, como en muchos países del centro y del este de Europa (Dinamarca, Hungría, Bohemia, Polonia y Suecia). El resto de los países o estaban constituidos por ciudades-estado y señorías (Italia) o en forma de cantones (Suiza) o participaban del Imperio o de la liga anseática [5].

Ferguson [6] otros historiadores del Renacimiento han revelado la transformación que se produjo en las ciudades italianas de gobierno republicano hacia los gobiernos despóticos de los signori, tan crueles como el famoso Cabrino Fondulo [7].

Lo cierto es que el siglo XVI se presenta como la época que supuso la definitiva afirmación y consolidación de todos los aspectos y sentimientos nacionales: desde la autonomía política (unificación de Castilla y Aragón, conquista de Granada, anexión de Navarra, en España) y la colonización de nuevos territorios (expansionismos portugués hacia Asia y África; castellano hacia América; aragonés y francés hacia la Italia sur y meridional [8]) hasta las particularidades religiosas que trajo consigo la ruptura propiciada por la reforma protestante (iglesias nacionales) y la católica (la Inquisición), pasando por la configuración de las distintas literaturas nacionales en lengua vulgar en detrimento del latín, ya muy corrupto [9], que quedó como lengua franca de cultura y de comunicación entre las cancillerías y sirvió para mantener el contacto epistolar entre los humanistas [10].

Un caso paradigmático de la influencia de la religiosidad protestante en la afirmación de un sentimiento nacional nos lo brinda Alemania. Reproduzco ahora las palabras de un experto en Erasmo y la Reforma (Roland Bainton) porque resumen mejor de lo que nosotros pudiéramos hacer esa interdependencia entre nación y religiosidad reformada que, en el caso alemán, es clara y altamente reveladora: The German nacionalists saw in Luther’s religion an expression of the profundity of the German Geist and in the Reformation a stirring toward the emancipation of the German people [11].

En el otra posición se encontraba el reino de España, que durante el reinado de los Reyes Católicos solamente compartió una institución común a las dos coronas, castellana y aragonesa: nos referimos a la Inquisición. En 1478 los Reyes Católicos solicitaron del Papa una autorización para establecer la Inquisición en sus reinos y la consiguieron [12].

Gilmore [13] expone la teoría de que una de las causas que propiciaron la resistencia de España al protestantismo, además del marcado y severo carácter de la Contrarreforma (o Reforma católica, si seguimos a Bataillon en sus apreciaciones de la prerreforma española intentada por Cisneros [14]), fue precisamente la política religiosa impulsada a iniciativa de Isabel y Fernando.

Esta impronta nacionalista resultante de las diversas reformas religiosas se mantendría en el futuro e iba a marcar el rumbo de cada país, pero no permite sostener, como sugieren algunos estudiosos [15] del Renacimiento, la presunta cerrazón de la Península Ibérica ante las oleadas de protestantismo. Pues es sabido que hubo varios movimientos protestantes o casi protestantes, unos de inspiración erasmiana y otros de inspiración luterana. Pensemos en las doctrinas de Juan de Valdés (1501-1541) y su repercusión en fenómenos como el de los “alumbrados” en España e Italia: los “dejados” y los “recogidos” [16] (vid. 1.1.5).

Conviene anotar, para concluir el capítulo de los cambios sociales, la prolongada evolución que arranca en la Edad Media y encuentra su cima en el renacer de la Europa latina: el proceso de secularización. Sin la concurrencia de este proceso y del impulso renovador a todas las escalas (políticas, culturales, religiosas) del Humanismo, no podría entenderse el Renacimiento [17].

Esta secularización, entendida como lenta conversión o transformación de las autoridades imperiales y eclesiásticas (y los poderes emanados de ellas) en autoridades civiles y laicas, condicionó de manera decisiva el gobierno público de las instituciones y tuvo su mayor expresión en la influencia ejercida por los representantes del llamado Humanismo civil: el ya aludido Coluccio Salutati (vid. 1.1.2) y Leonardo Bruni (1370-1444), discípulo del propio Salutati [18].

Ambos aplicaron su afán por las letras (studia humanitatis) en pro de la república florentina, al servicio de los ideales cívicos de libertad y ley, basados en la historia y en el derecho romanos. Y ambos contribuyeron al proceso de secularización, que encontrará un nuevo impulso en Erasmo y los erasmistas. Para entenderlo en su justa medida, hay que recordar que la sociedad medieval había experimentado, desde la decadencia del Imperio romano, un proceso inverso, el de cristianización (la fe cristiana instituida en religión de culto oficial). No olvidemos que la sociedad medieval era profundamente teocéntrica, y también cristocéntrica a partir de San Francisco; cada cristiano quedaba sumido bajo la autoridad eclesial de institución divina [19].

Este proceso de secularización duraría hasta el siglo XVIII, quizá con la Revolución francesa. El Renacimiento heredó de la Edad Media una sociedad de clases de enorme diversidad cultural (Portugal y España), con un capitalismo incipiente que se acentuaría con el sistema de oferta y demanda, la burguesía (formada por judíos y conversos), los mercaderes, comerciantes y la Banca, tan importante en lo económico y político (recordemos a banqueros como los Welser o el peso ejercido por Jakob Fugger y su familia en la elección de Carlos V como Emperador [20]).

Además del renacer económico y comercial de las ciudades, hay que destacar el intenso tráfico marítimo de especias y otras mercancías venidas de América, de África y, sobre todo, de Asia. Se fundan en esta época las Casas de Indias, bajo autoridad real, con profusión del tráfico de pimienta y otras especias traídas a Europa principalmente por los navíos portugueses [21].




NOTAS

1.-Cfr. Denys HAY, The Italian Renaissance in Its Historical Background, Cambridge, Cambridge University Press, 1961, p. 13.

2.-GREEN, op. cit., p. 70ss. Vid. en especial el capítulo IV de este libro sobre el apogeo y declive del imperio portugués (pp. 70-79).

3.-GILMORE, op. cit., p. 83

4.-Ibíd., p. 92.

5.-Ibíd, p. 125.

6.-W. K. FERGUSON et alt., The Renaissance. Six Essays, Nueva York y Evanston, Harper & Row Publishers, 1962, p. 19. El autor de este ensayo remite, a su vez, a la obra de SYMONDS, citada en n. 6.

7.-L’uomo del Rinascimento, Eugenio Garin (coord.) et alt., Roma-Bari, Laterza, 199810, pp. 15-42.

8.-GILMORE, op.cit., 186.

9.-Riccardo FUBINI, Umanesimo e secolarizzazione da Petrarca a Valla, Roma, Bulzoni Editore, 1990, p. 1ss: “La vicenda di decadenza e rinascita culturale viene perciò in buona parte a configurarsi come vicenda della corruzione della lingua e della retorica latina”.

10.-FERGUSON, op. cit., 1962, p. 27.

11.-BAINTON, Studies on the Reformation, Boston, Beacon Press, 1963, p. 106.

12-GILMORE, op. cit., p. 211.

13.-Ibíd., p. 255.

14.-Marcel BATAILLON, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI, Madrid, Fondo de Cultura Económica [1937, 1950, 1960], 1995, 5ª reimpr., pp. 1-71.

15.-Agnes HELLER, El hombre del Renacimiento, Barcelona, Península [1978], 1980, p. 8, que, partiendo de presupuestos de la crítica marxista, limita el Renacimiento y lo circunscribe sólo a Italia, Inglaterra, Francia y –en parte– a los Países Bajos, posición, desde nuestra humilde perspectiva, insostenible.

16.-Véanse la citada obra de Bataillon y la de José A. Abellán.

17.-ULLMANN, op. cit., p. 42 , 53 y 74.

18.-Para Salutatti, vid. obras citas y n. 26. Sobre Bruni, Eugenio GARIN, L’umanesimo italiano. Filosofía e vita civile nel Rinascimento, Bari, Laterza, 19756 y algunas obras ya citadas, como las de GÓMEZ MORENO, op. cit., pp. 42, 45, 54, etc.; FERNÁNDEZ GALLARDO, op. cit., pp. 30-32; Introducción al humanismo renacentista, op. cit., pp. 39ss, 61, etc.; The Portable Renaissance Reader, op. cit., pp. 127ss y RICO, op. cit., pp. 13, 39, 49-50, 51, etc., entre otras muchas referencias que se podrían dar. Por ejemplo, Paul Oskar KRISTELLER, Retorica e filosofia dall’Antichità al Rinascimento, Nápoles, Bibliopoli, 1981, p. 72, pone de manifiesto que con frecuencia se ha usado “il termine ‘umanesimo civile’ per designare l’ideale del cittadino bene educato in una repubblica libera, e con ciò si pensa sopratutto a la Firenze del primo Quatrocento”, esto es, la Florencia de Salutati y Bruni. También Peter BURKE, Il Rinascimento europeo. Centri e periferie, Roma-Bari, Laterza, 1999, p. 44.

19.-ULLMANN, op. cit., p. 13, explica que “[...] questo vuol dire che attraverso la sua incorporazione nella Chiesa, il cristiano, come voleva l’indiscussa dottrina e prassi del Medioevo, era diventato suddito di una autorità di istituzione divina che non aveva nulla in comune con l’umanità naturale”.

20.- The Portable Renaissance Reader, op. cit., p. 180: Fugger, en carta a Carlos V (1523) no tuvo ningún reparo en recordarle su decisiva intervención para que llegase a Emperador: “También es bien conocido y claro como el día que vuestra Majestad Imperial no hubiera adquirido la Corona Romana sin mi ayuda...” y “Pues he permanecido al lado de la casa de Austria, y no he servido a Francia, donde hubiera obtenido mucho más provecho y dinero”.


21.-GILMORE, op. cit., p. 59: “Il pepe e le altre spezie che si trovavano così sotto il diretto controllo reale, erano venduti sui mercanti europei da agenti regi. Questa attività commerciale fu labase della prosperità della casa reale del Portogallo nel XVI secolo. Con il pepe fu pagata la dote della moglie di Carlo V, e perfino il grande Erasmo de Rotterdam, a causa delle sue pretese contro il monopolio reale, perdette il favore de la corte di Lisbona”.


[Continuará...]




Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola, ¡muchas gracias por el amabilísimo y demasiado generoso comentario! He echado una ojeada a vuestro blog y me parece muy bueno, espero leerlo con más profundidad este fin de semana. Ya tenéis un lector más, ¡seguimos en contacto!
Fran Capitán ha dicho que…
Gracias, amigo counter-revolucionary. Usted sí que fue revolucionario al dejar este comentario.

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