lunes, 1 de junio de 2009

LA SUERTE O LA MUERTE

LA SUERTE O LA MUERTE (Homenaje a
Jan Potocki, autor
del
Manuscrito hallado en Zaragoza)


Me hallo de permiso, un permiso de una semana que me libera temporalmente de mi trabajo como oficial de infantería en el Ejército de su Majestad el Rey. Durante ese permiso debo realizar un viaje desde mi cuartel, en Madrid, hasta Córdoba, porque allí es donde vive Isabel, mi novia, con la cual voy a desposarme dentro de tres días. Como no me gusta viajar solo y la perspectiva de recorrer a caballo esa distancia se me antoja llena de inconvenientes, compro un billete para una de las muchas diligencias que completan ese trayecto. Podré, de esta manera, disfrutar de la compañía de los demás viajeros, compartir con ellos mis dilatadas aventuras y distraer el tiempo con chismes y chistes.

Tomo la diligencia. En ella, una señorita y su madre, que van a Sevilla. La joven, de melena rubia y ojos verdes, es realmente una belleza. La madre me mira con cierta desconfianza. No la culpo; mis ojos deben de ser bastantes indiscretos. La joven se llama Laura y su madre, Raquel. Cierra el grupo de viajeros un viajante de telas, el señor Trimiño, gallego afincado en Madrid, que no cesa de hablar. Gracias a Dios, sus parrafadas no interrumpen mis galanteos con los ojos de Laura. El viaje, que en mi mente se dibujó como apacible y ameno, se va volviendo más y más aburrido, por la insulsa charla de Trimiño, las desaprobadoras miradas de la madre y la esquiva actitud de Laura.

Llegamos a Toledo. Vamos a hacer noche aquí, en una hostería bastante respetable, limpia y, por lo que se huele, con una excelente cocina manchega. No coincido en las mesas con Laura y su madre, puesto que el señor Trimiño se me ha adelantado. Sé que a tus ojos, lector amigo, mi actitud de coqueteo con una extraña cuando viajo para casarme con Isabel, mi novia, te parecerá alevosa e indigna, pero apenas me conoces, y no sabes que yo en ningún caso traicionaría el amor que Isabel y yo nos profesamos. Sólo es que amo la belleza de unos ojos hermosos. Eso puede ser pecado, pero acepto con gusto la penitencia.

La noche en la hostería toledana transcurre sin novedad. Muy temprano, el cochero nos llama para reemprender la ruta hacia Andalucía. De nuevo, el polvoriento camino, los continuos traqueteos y la interminable charla del viajante gallego, al que es casi imposible quitarle la palabra. ¿No dicen que los gallegos son reservados y lacónicos en su hablar? ¡Malditos sean los tópicos! Antes de llegar a Ciudad Real se nos hace de noche y el cochero, que es viejo zorro y se conoce todos las rutas y andurriales desde aquí al fin del mundo, detiene los caballos y nos aloja en la Posada de los Hermanos De Soto.

Por singular que parezca, ninguno de los hermanos De Soto sale a nuestro encuentro y eso que el gallego dice conocerlos y cuenta historias de ellos, tal vez para meternos miedo o hacerse el interesante, por primera vez en todo el viaje. Algo cuenta de unas damas vaporosas, pero ya nadie le hace caso, porque hemos llegado y estamos ansiosos por cenar e irnos a la cama a dormir, que el viaje se vuelva más cansino y enojoso cada jornada. Una vez más, sigo sin poder compartir la cena con Laura, pues entre el Cancerbero de su madre y el entrometido gallego, me privan de su compañía. Me retiro pronto, declinando la oferta del cochero de fumarme un puro con él, entro en mi cuarto, me desnudo y me echo en el catre.

A las tantas de la madrugada, me despierto bañado en sudor, al tiempo acalorado y frío. Temblando, me levanto a ver si encuentro la jarra de agua, pues me hallo tan sediento que no puedo soportarlo. A tientas, voy caminando por el cuarto cuando veo salir luz de la rendija que hay entre el suelo y la puerta de mi estancia. Bebo agua a sorbos y, lleno de curiosidad, me encamino hacia la puerta. "Laura, ¿es usted?", mi imaginación me hace desear que se trate de la hermosa joven del viaje y, entre sueños, pregunto al aire por mi quimera. Para mi sorpresa, la puerta se abre antes de que llegue a ella y ante mí, a la débil luz de la luna, aparece la figura de una bellísima mujer, de cabello más negro que la noche y de ojos morenos, como
estrellas de intensísimo fuego. Sin que le diga nada, entra en el cuarto, cierra la puerta y me llama con sus brazos, tan blancos como la nieve, e igual de fríos.

"¿Quién es usted?", le pregunto a la joven. Ella no contesta y, con una delicadeza que me resulta irresistible, me conduce a la cama y se acuesta conmigo. Pero no acaban ahí las sorpresas. Al poco de entrar la joven, alguien abre de nuevo la puerta de mi cuarto. Es otra joven con una vela en la mano. Esta muchacha es pelirroja y va vestida con un camisón vaporoso, igual que su compañera. Se aproxima al lecho donde yacemos la otra joven y yo, y nos hace compañía sin que de mis labios salga la más leve queja o protesta. No puedo creerlo. "Un sueño... Debe de ser un sueño", me digo mentalmente. Pero no lo es. I
mposible describir el placer y, al tiempo, el desasosiego que aquellas visitas nocturnas me producen. Pensé que mis dos jóvenes y seductoras amigas eran mudas, pero se levantan y, antes de salir, me dicen: "La suerte o la muerte: si adivinas quiénes somos, tendrás suerte, y te librarás de la muerte. ¿Quiénes somos?" No supe qué contestar. Lo único que se me ocurrió, por decir algo, fue: "Sois las hijas de los hermanos De Soto..." Un viento ennegrecido, un torbellino con la furia de un caballo se arremolina a mi alrededor, elevándome por los aires, mientras oigo la sardónica carcajada de las dos muchachas y compruebo que no tienen dentaduras y que, mientras levito en el aire, se van transformando en esqueletos vestidos con camisón evanescente.

Al día siguiente, despierto. Me duele terriblemente la cabeza. Eso es porque no
estoy de pie... ¡¡¡Me han colgado boca abajo!!! Ni rastro de la diligencia, ni de la señorita Laura, ni de su madre, ni del gallego parlanchín, ni tan siquiera de la posada... ¡Me duele tanto la cabeza! A mi lado, colgados boca abajo, igual que yo, contemplo los cadáveres de dos hombres semidesnudos, que manan sangre. ¿Estoy vivo o tal vez he muerto en esta noche de pesadilla? Uno de los que yo creí cadáveres, vuelve hacia mí su cabeza y me dice: "Somos los hermanos De Soto, los dueños de la posada en la que te alojaste esta noche. Ayer por la tarde nos apalearon y ajusticiaron, colgándonos por ladrones y por asesinos. Agonizamos aquí, pero tú también agonizas con nosotros". Enrabietado, con mis últimas fuerzas, le grito: "¿Por qué?" Él se ríe, con una carcajada que me es muy familiar, y me susurra al oído: "La suerte o la muerte. Anoche no supiste quiénes eran las dos bellas damiselas. Sí, las dos jóvenes con las que te acostaste éramos nosotros. Por eso te ves aquí, colgado boca abajo, por tu mala cabeza..." Y, de nuevo, la carcajada que oyera anoche, lo llena todo con su atronadora ironía. "La suerte o la muerte...", oigo retumbar en mi oído. Mientras pienso en Isabel y ruego a Dios que ella y Él me perdonen, poco a poco mis sentidos se desvanecen para nunca más volver.

10 comentarios:

buggy dijo...

Hola GKCh,
el cuento empieza genial: te imaginas la escena, con el protagonista cruzando indiscretas miradas con la belleza de ojos verdes.

Pero el final es muy cruel, y un tanto carente de sentido. ¿A santo de qué hacerle jugarse la vida de esa manera? Le falta una explicación para que la historia sea realmente muy buena. Falta imaginación en el desenlace de la trama, para que sea perfecta.

Ya sabes que es más fácil ser crítico implacable que escritor.

Me ha gustado mucho.

Un abrazo

buggy dijo...

Hola GKCh,
te repito que la historia está muy bien narrada. Si me dijeses que es de un escritor consagrado y super-famoso, no me extrañaría lo más mínimo. Has estado muy inspirado.

Y si el final es un homenaje al polaco, pues bueno, se acepta y ya está. Supongo que no es fácil justificar que se lo carguen unos espectros, así sin más...

A ver si a la supergenial y supermaravillosa y superingeniosa saporima se le ocurre un cambio en el guión que lo deje todo encajado.

(Esperaré paciente las represalias por mis jocosas alusiones)

Un abrazo

Ruth dijo...

Querido GKCh, me encanta tu pluma; consigues atrapar al lector desde las primeras palabras. Pero esta vez se trata de un cuento bastante oscuro...

Anónimo dijo...

Hola GKCh,
El cuento se lee con una agradable fluidez muy propia de ti, pero en cambio la temática me ha sorprendido!
A mí me parece que te ha quedado genial!!
Me llama mucho la atención que todo esté redactado en presente. Me gusta cómo queda!
"Sé que a tus ojos, lector amigo,..." :)
Dos besos!
PD para Dicybug: Dicybug, Dicybug, que seas tan racional y matemático te hace necesitar que todo tenga lógica, pero... ¿por qué debe tenerla? Es un cuento... Por cierto, me temo que lo de supergenial y supermaravillosa y superingeniosa no iba en serio, ¿no? Lástima! :)

Anónimo dijo...

Se lo decía a Dicybug!!
:)
Dos besos!!

Francis Nicolás dijo...

Hi, sire. Acabo de desembarcar del Royal Beer procedente de la colonia de Bombay...

Por aquí andamos... por cierto, ¿acaso la experiencia no te hace notar que las críticas literarias de Dicybug son halagos?

Cuanto menos le guste, mayor calidad literaria tiene.

PD para Dicybug: Eso por meterte con mi amiga Sapo, grosero

Rictus Morte dijo...

Hola Gilbert,

si lo he leído bien, ¡qué decepción que al final las dos mujeres fueran los hermanos De Soto! Uno se puede acostar con la muerte, y que luego resulte ser una especie de cadáver, ¡pero que en vez de una mujer, en vez de un cadáver, sea un tío! ¡Uff! Qué repelús, jeje.

Simpática la historia, y muy bien ilustrada, parecen los dibujos hechos a propósito del cuento.

A propósito de amar a la Muerte te envío un poema mío, vía email. un abrazo

Guerrera de la LUZ dijo...

Qué interesante tu blog, me ha gustado mucho, me pasaré a leerte.

Un abrazo por la muerte de nuestro amigo, te he visto en "IN MEMORIAM".

Terly (Juan José Romero Montesino-Espartero) dijo...

Hola amigo:
He intentando abrir tu blog en varias ocasiones y hasta ahora no me ha sido posible. Pero no ha sido sólo el tuyo, por un problema en mi ordenador o en internet, no lo sé, se me resistías varios.
Bueno acabo de leer esta publicación de hoy y me ha parecido espeluznante, no hubiese querido estar en el pellejo de ese "pobre" hombre. Lo pongo entrecomillado porque la infidelidad puede acarrearte sorpresas y con la imaginación que tú tienes, ¿por que no una de estas?
Cuando repose un poco de la ansiedad, vendré a leer la segunda parte.
Un abrazo.

Francis Nicolás dijo...

A little bite of reaggie

http://www.youtube.com/watch?v=A7sBuvjnvHI&feature=related

(No se te ocurra hacerte rastas, babe)

Un abrazo.

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