UN CATORCE DE JUNIO DE HACE 72 AÑOS
El catorce de junio de 1936, a las diez de la mañana, dejaba este valle de lágrimas el alma del bueno de Gilbert Keith Chesterton. Sin duda, la que más lo sintió fue su esposa Frances, aunque también sus amigos más íntimos, como Belloc o Bentley, lamentaron profundamente la pérdida. Ese día su alma se unió a las de sus padres, Edward y Marie Louise; a las de sus hermanos, Beatrice, muerta a los ocho años, y Cecil, fallecido en 1918 a los pocos días de acabar la Primera Guerra Mundial; a las de sus antepasados, y se unió a las de todos los amigos del Señor que han existido a lo largo de la historia de la Humanidad.
No quería que pasase este mes de junio sin recordaros la efeméride. Chesterton fue el hombre que más batalló durante el siglo XX por defender las verdades de la razón y de la fe, del amor a la familia, a la democracia, a la justicia social y a las buenas cosas del mundo. Es, sin duda, uno de los padres de la moderna Literatura católica, algo que a muchos pudiera alejarles de él, pero hasta sus más acérrimos enemigos sabrán reconocerle que fue un magnífico escritor, periodista, amigo y esposo. Fiel a su esposa, a sus amigos y a sus ideas: al amor por el vino, el queso y la cerveza; al amor por las charlas y los poemas épicos; al amor por Inglaterra y por Europa; al amor por Dios y por la Iglesia.
No sabemos a ciencia cierta cómo será el Cielo. No sabemos si será azul o verde, si en él habrá ángeles con alas o sin alas, si comeremos en torno a la mesa de Dios o cantaremos con arpas o liras sus alabanzas. Sabemos que en el Paraíso están Dios, en su Santa Trinidad, la Virgen y los santos y mártires de la Iglesia. Poco más sabemos sobre el Cielo. Pero yo sé que no me imagino un Cielo sin Chesterton en él.
No quería que pasase este mes de junio sin recordaros la efeméride. Chesterton fue el hombre que más batalló durante el siglo XX por defender las verdades de la razón y de la fe, del amor a la familia, a la democracia, a la justicia social y a las buenas cosas del mundo. Es, sin duda, uno de los padres de la moderna Literatura católica, algo que a muchos pudiera alejarles de él, pero hasta sus más acérrimos enemigos sabrán reconocerle que fue un magnífico escritor, periodista, amigo y esposo. Fiel a su esposa, a sus amigos y a sus ideas: al amor por el vino, el queso y la cerveza; al amor por las charlas y los poemas épicos; al amor por Inglaterra y por Europa; al amor por Dios y por la Iglesia.
No sabemos a ciencia cierta cómo será el Cielo. No sabemos si será azul o verde, si en él habrá ángeles con alas o sin alas, si comeremos en torno a la mesa de Dios o cantaremos con arpas o liras sus alabanzas. Sabemos que en el Paraíso están Dios, en su Santa Trinidad, la Virgen y los santos y mártires de la Iglesia. Poco más sabemos sobre el Cielo. Pero yo sé que no me imagino un Cielo sin Chesterton en él.
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