TRECE DETECTIVES
En 2011 cumple sus cien primeros años el agudo y entrañable Padre Brown, detective creado por la fértil e ingeniosa mente de Gilbert Keith Chesterton. Lo cierto es que el personaje nació, en realidad, en 1910, fecha de la que data la primera aventura, "La cruz azul" (The Blue Cross), aunque el libro que reuniría las doce primeras narraciones con el Padre Brown como protagonista no salió publicado hasta 1911 y de ahí el aniversario que celebramos.
También es sabido que el curita católico de cara de luna, ojos grises de arenque, vivísima inteligencia y supremo conocimiento del alma humana le fue inspirado a Chesterton en sus largas conversaciones con el Padre John O'Connor, tan decisivo en su conversión al catolicismo. Siempre se ha dicho que O'Connor fue el modelo del Padre Brown, aunque yo veo muchísimo del propio Chesterton en su criatura de ficción más famosa y conocida en todo el mundo.
No voy a dedicar esta entrada al homenaje a las historias del Padre Brown, cuyas aventuras íntegras iré glosando este mismo año, si Dios quiere y tengo tiempo. Hablaremos del curita de Norfolk en otras entradas, especialmente escritas para conmemorar tan feliz aniversario, feliz al menos para todos aquellos que adoramos la literatura chestertoniana y, en particular, sus ficciones policiales. En esta entrada de hoy quisiera hablaros de otro libro del autor inglés, libro que bien puede servir de introducción a quienes no conozcan las novelas y cuentos detectivescos de GKC.
En efecto, la editorial Montesinos sacó en 2009 un bello y completo volumen, Trece detectives (Thirteen Detectives) donde se reúnen algunas de las más ingeniosas aventuras de los muchos y singulares detectives que Chesterton creó a lo largo de su carrera narrativa. En ese libro aparece, como no podía ser menos, el propio Padre Brown, y además la editorial tuvo el acierto de incluir una aventura inédita del Padre Brown ("El caso Donnington"), a la que me referiré luego. La inclusión de este relato inédito supone una excelente novedad para los muchos fans con que cuenta el sagaz detective y curita inglés en todo el mundo.
Pero en este libro no solo aparece el 'cándido' Padre Brown, sino que se completa con otros doce detectives debidos a la maestría narrativa de GKC. Llamarles detectives tal vez pueda confundir a algunos lectores, porque muchos de ellos no son el detective al uso, tal y como nos lo hemos figurado a lo largo de años de leer novelas y de ver películas.
No, porque los detectives de G.K. Chesterton ejercen, casi siempre, otras profesiones, empezando por el mismo Padre Brown, que es sacerdote, aunque nunca se le ve oficiando misa, como ya notó en su día Agatha Christie, que admiraba el personaje. Los otros detectives chestertonianos viven de oficios y profesiones que a veces poco tienen que ver con el mundo policial.
Así, aparecen, por ejemplo, Gabriel Gale (protagonista del libro El poeta y los lunáticos) es poeta, un poeta extraño y estrambótico, que a veces se entretiene en hacer el pino para ver la realidad de otra manera; Horne Fisher (del libro El hombre que sabía demasiado y uno de los más agudos e interesantes detectives de Chesterton) es una especie de funcionario que conoce todos los entresijos y tramas ocultas de la alta política inglesa; Basil Grant (del libro El club de los negocios raros), juez ya retirado que se ve envuelto en enigmáticos sucesos relacionados con un misterioso club de nuevas profesiones, acompañado por su hermano Rupert, detective aficionado, y siempre dispuesto a dudar de las ideas de su hermano Basil; Mr. Pond (del libro Las paradojas de Mr. Pond, uno de los últimos que escribió Chesterton), personaje que consigue sorprender a todos sus interlocutores a fuerza de paradojas aparentemente inverosímiles.
Los otros personajes detectivescos que aparecen en las páginas de Trece detectives son Mr. Traill, el Dr. Adrian Hyde, John Brandon, Walter Weir, Mr. Brain, Cuthbert Grayne, Bertrand y Max Pemberton.
Mr. Traill protagoniza el relato "El jardín de humo" y no volvió a aparecer en otros cuentos detectivescos, pero sólo por la originalidad de este merece figurar en la antología.
El Dr. Adrian Hyde, célebre detective, se enfrenta al enigma de "El asesinato de las columnas blancas", pero serán sus subordinados, John Brandon y Walter Weir, quienes al final resuelvan el misterio, cuyos hechos y su solución, como es lógico, el lector nos permitirá mantener en secreto.
Por su parte, tanto Mr. Brain como Cuthbert Grayne ayudan a resolver dos enigmas a Horne Fisher, "el hombre que sabía demasiado", en apariencia siempre indolente e indiferente a cuanto le rodea. Mr. Brain le acompaña en "El agujero en el muro" y Cuthbert Grayne en "El pozo sin fondo".
Bertrand es el compañero de aventuras de Gabriel Gale, el poeta de conducta extravagante, y le sigue para cuidarle y protegerle, aunque el lector nunca sabe quién cuida a quién y cuál de los dos está realmente loco o cuerdo. Por último, Max Pemberton no desempeña el rol de detective, sino que presenta los hechos de "El caso Donnington", resuelto luego por el Padre Brown.
Parece que el relato de "El caso Donnington" fue descubierto en 1981, con lo que supuso una auténtica novedad para los lectores de Chesterton y lo sigue siendo para los lectores españoles de sus aventuras. Esta historia era resultado de una original iniciativa en la que se planteaba el mismo misterio a diversos autores de historias policiales y, además de Chesterton, parece que también se lo plantearon a Sir Arthur Quiller-Couch, el creador del personaje del abogado Horace Rumpole, y a la Baronesa de Orczy, la célebre autora de La Pimpinela Escarlata.
Todas las historias que forman Trece detectives merecen ser leídas porque en todas ellas se atisba el genio y la maestría narrativa de Chesterton pero, como siempre ocurre en estos casos, me permitiréis señalar las tres que, en mi humilde opinión, sobresalen sobre las demás. Estas son "El agujero en el muro", con Horne Fisher como protagonista, por el maravilloso ambiente creado por Chesterton en la historia; "Los tres jinetes del Apocalipsis", historia relatada por Mr. Pond, y que, para Jorge Luis Borges, era una de las obras maestras de Chesterton, como una perfecta jugada de ajedrez; y "El caso Donnington", con el Padre Brown, por la novedad que supone el relato y la indudable atracción que el personaje del curita detective ejerce en el lector.
En fin, amigos, creo que, si tenéis tiempo y os apetece pasar un rato distraído conociendo a los más singulares detectives creados por la genial pluma de Chesterton, el libro de los Trece detectives será para vosotros una lectura perfecta.
Que Dios os bendiga a todos y que la Virgen os proteja siempre. Hasta muy pronto, queridos amigos.
Pero en este libro no solo aparece el 'cándido' Padre Brown, sino que se completa con otros doce detectives debidos a la maestría narrativa de GKC. Llamarles detectives tal vez pueda confundir a algunos lectores, porque muchos de ellos no son el detective al uso, tal y como nos lo hemos figurado a lo largo de años de leer novelas y de ver películas.
No, porque los detectives de G.K. Chesterton ejercen, casi siempre, otras profesiones, empezando por el mismo Padre Brown, que es sacerdote, aunque nunca se le ve oficiando misa, como ya notó en su día Agatha Christie, que admiraba el personaje. Los otros detectives chestertonianos viven de oficios y profesiones que a veces poco tienen que ver con el mundo policial.
Así, aparecen, por ejemplo, Gabriel Gale (protagonista del libro El poeta y los lunáticos) es poeta, un poeta extraño y estrambótico, que a veces se entretiene en hacer el pino para ver la realidad de otra manera; Horne Fisher (del libro El hombre que sabía demasiado y uno de los más agudos e interesantes detectives de Chesterton) es una especie de funcionario que conoce todos los entresijos y tramas ocultas de la alta política inglesa; Basil Grant (del libro El club de los negocios raros), juez ya retirado que se ve envuelto en enigmáticos sucesos relacionados con un misterioso club de nuevas profesiones, acompañado por su hermano Rupert, detective aficionado, y siempre dispuesto a dudar de las ideas de su hermano Basil; Mr. Pond (del libro Las paradojas de Mr. Pond, uno de los últimos que escribió Chesterton), personaje que consigue sorprender a todos sus interlocutores a fuerza de paradojas aparentemente inverosímiles.
Los otros personajes detectivescos que aparecen en las páginas de Trece detectives son Mr. Traill, el Dr. Adrian Hyde, John Brandon, Walter Weir, Mr. Brain, Cuthbert Grayne, Bertrand y Max Pemberton.
Mr. Traill protagoniza el relato "El jardín de humo" y no volvió a aparecer en otros cuentos detectivescos, pero sólo por la originalidad de este merece figurar en la antología.
El Dr. Adrian Hyde, célebre detective, se enfrenta al enigma de "El asesinato de las columnas blancas", pero serán sus subordinados, John Brandon y Walter Weir, quienes al final resuelvan el misterio, cuyos hechos y su solución, como es lógico, el lector nos permitirá mantener en secreto.
Por su parte, tanto Mr. Brain como Cuthbert Grayne ayudan a resolver dos enigmas a Horne Fisher, "el hombre que sabía demasiado", en apariencia siempre indolente e indiferente a cuanto le rodea. Mr. Brain le acompaña en "El agujero en el muro" y Cuthbert Grayne en "El pozo sin fondo".
Bertrand es el compañero de aventuras de Gabriel Gale, el poeta de conducta extravagante, y le sigue para cuidarle y protegerle, aunque el lector nunca sabe quién cuida a quién y cuál de los dos está realmente loco o cuerdo. Por último, Max Pemberton no desempeña el rol de detective, sino que presenta los hechos de "El caso Donnington", resuelto luego por el Padre Brown.
Parece que el relato de "El caso Donnington" fue descubierto en 1981, con lo que supuso una auténtica novedad para los lectores de Chesterton y lo sigue siendo para los lectores españoles de sus aventuras. Esta historia era resultado de una original iniciativa en la que se planteaba el mismo misterio a diversos autores de historias policiales y, además de Chesterton, parece que también se lo plantearon a Sir Arthur Quiller-Couch, el creador del personaje del abogado Horace Rumpole, y a la Baronesa de Orczy, la célebre autora de La Pimpinela Escarlata.
Todas las historias que forman Trece detectives merecen ser leídas porque en todas ellas se atisba el genio y la maestría narrativa de Chesterton pero, como siempre ocurre en estos casos, me permitiréis señalar las tres que, en mi humilde opinión, sobresalen sobre las demás. Estas son "El agujero en el muro", con Horne Fisher como protagonista, por el maravilloso ambiente creado por Chesterton en la historia; "Los tres jinetes del Apocalipsis", historia relatada por Mr. Pond, y que, para Jorge Luis Borges, era una de las obras maestras de Chesterton, como una perfecta jugada de ajedrez; y "El caso Donnington", con el Padre Brown, por la novedad que supone el relato y la indudable atracción que el personaje del curita detective ejerce en el lector.
En fin, amigos, creo que, si tenéis tiempo y os apetece pasar un rato distraído conociendo a los más singulares detectives creados por la genial pluma de Chesterton, el libro de los Trece detectives será para vosotros una lectura perfecta.
Comentarios
Un abrazo :)
Ésta es una de las grandes maravillas de España: la dinámica de los libros. Aquí, tristemente, estamos muy lejos de ese nivel. Veo difícil encontrar "Trece detectives" en una librería nacional. Pero igual tomo nota del libro.
Cuando tenga los comentarios cerrados (a veces me dedico a probar cosas con los posts), me puedes responder aquí mismo. Yo siempre paso revisando los comentarios de tu blog.
Un abrazo, Fran. Que estés bien. Te imagino feliz con el avance de tu equipo a cuartos de final. Enhorabuena.
Creo que a todos nos pasa lo mismo. la lista de libros que tendríamos que leer o que nos gustaría leer es infinita y el tiempo tan limitado, que nos vemos obligados a seleccionar.
No obstante, aunque no puedas leer el de los detectives, merece mucho la pena que te acerques a El hombre que fue Jueves, sin duda, la mejor novela de Chesterton: le gustó incluso a Kafka, con eso ya te digo todo. A todas las personas a las que se lo he recomendado les ha encantado.
Ahora me paso por tu blog (ando muy justito de tiempo).
Un fuerte abrazo
¡Eres la amabilidad personificada! No sabes cómo me gustaría conocerte en persona. No te preocupes por el libro: la mayoría de sus relatos pertenecen a otros libros (El club de los negocios raros, El hombre que sabía demasiado, El poeta y los lunáticos...) y seguro que alguno de esos lo consigues.
Te agradezco muchísimo tus visitas y comentarios. Lo que siento es no poder actualizar el blog más a menudo y, sobre todo, no poder pasarme más por el tuyo, que me parece excelente, con muy buen gusto para todos los temas que tocas, sea música, cine, literatura y hasta cómic.
Es un auténtico placer leerte y tenerte como lector, amigo.
Un fortísimo abrazo
PS: ¡Síiiii! Pasó el Madrid, por fin, tras siete años sin oler los cuartos de la Champions. A ver si este año hacen algo grande. De nuevo, te expreso todo mi afecto.
Estoy leyendo "El Candor del Padre Brown", y en un párrafo del primer capítulo dice: "Nelson muere en el momento de la victoria, y un hombre llamado Williams mata, por casualidad, a otro hombre llamado Williamson". La referencia a Nelson me queda clara. ¿Pero quiénes son esos Williams y Williamson? En ese mismo párrafo dice: "Como deja bien claro la paradoja de Poe, la sabiduría debe contar con lo inesperado." ¿A qué se refiere con la paradoja de Poe?
¡Un abrazo!
Muchas gracias por tu nueva visita. Eres muy amable, amigo.
Respecto a la cuestión que me has planteado: hay un relato de Edgar Allan Poe, llamado William Wilson en el que Poe trata el tema del doble, típico de la literatura de terror del XIX. En la historia, el protagonista es asesinado por un tal Williams, es decir, por su doble, lo que vale decir que es asesinado por sí mismo, o por el reflejo de sí mismo. Siento haberte estropeado el argumento, pero esa es la paradoja a la que se refiere Chesterton. De todas formas, si quieres leer el relato de Poe, puedes hacerlo aquí: William Wilson, de Edgar A. Poe.
Me alegro mucho de que estés leyendo el librito del Padre Brown. Para muchos es de los mejores de Chesterton. Tiene una prosa deliciosa. Se nota que estudió pintura y que era un estilista, un mago de la palabra.
Muchísimas gracias por todo, en especial por tu amistad. Mis mejores deseos para ti y los tuyos.
Un abrazo muy fuerte
Y por cierto, he publicado más seguido porque estoy terminando un proyecto y pasando a otro. Allí, en mitad del camino, hay un poco más de tiempo. Pero cuando el trabajo vuelva a atarme...