jueves, 28 de mayo de 2009

SIR ARTHUR CONAN DOYLE (5): LAS MEMORIAS DE SHERLOCK HOLMES

SIR ARTHUR CONAN DOYLE (5):
LAS MEMORIAS DE SHERLOCK HOLMES


Siguiendo con la serie sobre las mejores novelas policiales de la Historia, y siguiendo con Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), ahora nos toca tratar del segundo volumen de aventuras de Sherlock Holmes y el Dr. Watson, llamado Las Memorias de Sherlock Holmes (The Memoirs of Sherlock Holmes), escritas entre 1892 y 1893 y publicadas en forma de libro en 1894. La Strand Magazine presionaba constantemente a Doyle para que éste escribiera más y más aventuras de Holmes, pues la propia revista se veía a su vez presionada por multitud de lectores y fans que pedía, exigían con avidez nuevos casos de la excepcional pareja de detectives. Para entonces, Doyle ya había cerrado su consulta como médico oculista en Londres y vivía dedicado totalmente a la literatura, en especial a las novelas históricas, su auténtica pasión, mientras que Holmes era nada más que un pasatiempo y una forma de ganar dinero, mucho dinero para aquella época.

Fue tal la presión que la revista Strand ejerció sobre Conan Doyle, que éste decidió pedir consejo a su querida madre, una vez más: "Vuelven a darme la lata pidiendo más relatos de Sherlock Holmes. Me he visto obligados a ofrecerles una docena por la suma de mil libras, y espero muy sinceramente que no acepten mi oferta". Huelga decir que los dueños de la revista Strand aceptaron sin rechistar. Este fragmento de una carta de Doyle a su madre demuestra cuánto odiaba en el fondo a su personaje, hasta el punto de exigir una suma de dinero desorbitante para aquel tiempo, con la clara pretensión de no tener que volver a escribir aventuras para su creación, la más famosa y favorita de sus lectores. Así, Conan Doyle pasó de médico casi sin clientes y desconocido en el mundillo literario a ser el autor mejor pagado de Inglaterra. De este modo, Doyle se vio obligado a realizar la escritura de doce nuevos relatos de Holmes. El dibujante Sidney Paget, que ya había hecho las ilustraciones de las otras aventuras de Holmes, realizó unos magníficos dibujos para esta ocasión.

Era tan grande la fama de su personaje (esa fama que ha logrado oscurecer el nombre del propio Doyle) como grande era el odio que este autor sentía hacia su propia criatura. Hasta tal punto llegó este odio que Doyle empezó por restarle originalidad a su creación: confesó que se trataba de un calco de un personaje real, el Dr. Joseph Bell, que le había dado clases en la Universidad de Edimburgo y que, al parecer, poseía las mismas dotes deductivas que el célebre personaje. El mismo Dr. Bell declaró que había sido el genio de su discípulo el que había hecho grande a ese personaje al que todos querían. Todos, menos Doyle. Cuando le preguntaban por qué escribía tan pocas aventuras de Holmes, que verdaderamente hacían enloquecer de gozo a sus lectores, solía contestar que temía manosear a su personaje. Al hacer esas declaraciones, mentía con descaro, pues en su fuero interno, y se conservan pruebas escritas de ello, odiaba radicalmente a Holmes, tanto o más que el maligno profesor James Moriarty. Cuanto más crecía la popularidad de Holmes, más aumentaba la animadversión de Doyle.

Así, un día de abril de 1893 imaginó la forma de quitarse de en medio al personaje para siempre. Unos meses antes, Conan Doyle y su esposa habían estado pasando unos días de vacaciones en Suiza. Al contemplar los acantilados y la enorme catarata de Reichenbach tal vez le viniese a la mente que cualquiera que se despeñase por allí moriría sin remedio. Cuando estaba en plena redacción de las aventuras que hoy conocemos como Memorias de Sherlock Holmes, tuvo el recuerdo de las cataratas de Suiza y eso le bastó para idear 'el asesinato de Holmes', que bien podría llamarse 'parricidio'. De nuevo, escribió a su madre, su mejor consejera en asuntos literarios: "Llevo mediada la última de las novelas de Holmes ["El problema final"], en la que este caballero desaparece para nunca más volver. ¡Me carga hasta su nombre!". Y así fue: al terminar de escribir esa aventura, había puesto punto y final con Holmes, que terminaba cayendo por la catarata de Reichenbach en plena lucha contra su archienemigo, el profesor Moriarty. En ese momento, Doyle no imaginaba la fortaleza de su personaje, su capacidad para sobrevivirse a sí mismo y a su propio creador, como veremos en la próxima entrega de esta serie. El lector actual que no conozca este libro tal vez haya quedado decepcionado al saber que Holmes muere en la historia de "El problema final". Que no se inquiete: a Holmes aún le quedaban muchas aventuras por vivir.

Cuando los seguidores de Holmes leyeron el último relato, la indignación general creció hasta tal extremo que comenzó a llegar una avalancha de cartas de protesta a la redacción de la revista Strand, a los periódicos de Londres y a casa del propio Arthur Conan Doyle. En una de esas cartas un lector enfadado le escribía a Doyle: "¡Es usted un grandísimo bestia!". Ninguna de esas protestas lograron conmover el corazón de Conan Doyle y hubieron de pasar casi diez años hasta la reaparición de Holmes en la novela larga El sabueso de los Baskerville, supuestamente anterior a su trágica "muerte" en las cataratas de Reichenbach. Pero de eso hablaremos en la próxima entrega de esta serie sobre Conan Doyle y Holmes.

El libro de las Memorias de Sherlock Holmes contiene, sin duda, algunos de los mejores relatos policiales escritos por Doyle. Así, el primero de todos ellos, titulado "Estrella de plata" (Silver Blaze) era para G. K. Chesterton indudablemente una de las cimas de la narrativa policial. El relato es original y sorprenderá al lector por lo evidente de la solución y, sin embargo, con estar a la vista de todos, incluso a la vista del lector, la resolución del enigma le pasará inadvertida. En "La cara amarilla" (The Adventure of the Yellow Face) un cliente olvida una pipa en el despacho de Holmes y ello le sirve para deducir que se trata de un hombre musculoso, zurdo, de buena dentadura y despreocupado. Luego la aventura discurre por otros derroteros bien distintos. En "El escribiente del corredor de bolsa" (The Stockbroker's Clerk) Holmes y Watson escuchan la extraña historia de Hall Pycroft y de su aún más raro empleo. En "La Gloria Scott" (The Gloria Scott) conocemos a uno de los pocos amigos que Holmes conserva de su época de estudiante, el señor Victor Trevor, que reaparece de nuevo en su vida para que le ayude a resolver un problema familiar en el que está involucrada una nave llamada la "Gloria Scott". En "El ritual de Musgrave" (The Musgrave Ritual) asistimos a una de las aventuras más apasionantes de Holmes, en la que Reginald Musgrave les revelará que la desaparición de dos de sus criados está vinculada al misterioso y antiguo ritual de los Musgrave. "El rompecabezas de Reigate", también traducido como "Los hacendados de Reigate" (The Adventure of the Reigate Squire), es una de las pocas aventuras en las que el caso viene de la mano de Watson, pues el cliente de Holmes es un paciente de Watson, el coronel Hayter. En "El jorobado", también traducido como "La aventura del hombre torcido" (The Adventure of the Crooked Man) asistimos a la investigación de la muerte del Coronel James Barclay. Esta aventura es interesante porque contiene un diálogo con lo más parecido al 'elemental, querido Watson' que tan popular han hecho las series y películas sobre Holmes, pero que Doyle jamás escribió de ese modo. En el relato se produce la siguiente conversación:

"-Mi querido Watson, yo tengo la ventaja de que conozco sus costumbres...
-¡Bien deducido! -exclamé.
-Es elemental -me contestó".

Y eso es lo más similar al "elemental, querido Watson" que tantas veces hemos
oído en el cine. Para no alargarnos innecesariamente, señalaremos que el libro se completa con las historias de "El enfermo interno" (The Resident Pacient), "El intérprete griego" (The Greek Interpreter), "El tratado naval" (The Naval Treaty) y la interesante "El problema final" (The Final Problem), a la que ya nos hemos referido, y en la que cobra singular importancia el antagonista de Holmes, el astuto, sibilino y pérfido matemático, profesor James Moriarty, al que se le adjudica el título de "Napoleón del crimen". Es curiosa esta historia no sólo por lo ya mencionado, sino porque en ella aparece brevemente el hermano de Holmes, que según se nos dice es aún más inteligente que él: se trata de Mycroft Holmes, que trabaja para el gobierno de Su Majestad. Sin duda, es ésta la aventura más especial de Holmes, pues en ella se enfrenta con toda su fuerza y su inteligencia al malvado profesor Moriarty. Es indudable que Doyle quería darle un glorioso final a su personaje, pero éste se resistía a morir y pronto veremos cómo iba a resucitar tras caer por el precipicio de Suiza. Resulta conmovedor leer cómo llora el Dr. Watson la pérdida de su amigo Holmes. Los lectores que se acerquen a este libro disfrutarán con todas estas aventuras y desearán seguir leyendo las historias de Holmes.

Espero que estos pequeños y humildes apuntes les animen a leer las aventuras de Holmes y Watson. Un saludo muy afectuoso para todos vosotros, amigos.

5 comentarios:

buggy dijo...

Hola GKCh,
Microsoft Holmes, ¿hermano de Sherlock? Me dejas estupefacto.

A lo mejor si Doyle hubiese querido exprimir el filón, las historias hubiesen sido de otro tipo, quizá incluso de peor calidad, y la gente se habría acabado cansando del personaje. Al final lo que importa no son ni los sentimientos del autor hacia su obra, ni sus motivaciones, sino el resultado final.

El Moriarti ése debía ser alto, patizambo, desgarbado y con cejas en forma de cuña, ¿no? Los malos siempre son así.
Un abrazo

Ruth dijo...

Me encanta Holmes y leí todas sus historias! La verdad es que esa muerte de Holmes como final era malísimo; para mí es un ejemplo de que a veces el personaje literario se independiza de su creador.

Me alegra saber que la célebre frase "Elemental, mi querido Watson" es del cine, porque recuerdo que cuando terminé de leer todos los relatos de Sherlock Holmes me dijeron esa frase y yo no tenía ni idea... Claro! Nunca la había leído!

Saludos GKCh!

Fran Capitán dijo...

Gracias, amigos Buggy y Ruth, por vuestros amables comentarios. ¿Qué haría yo sin vosotros?

En efecto, tal vez las historias de Doyle no hubieran tenido tanta calidad si las hubiera escrito como quien hace churros... En cuanto al final de 'El problema final', realmente deja desazonado al lector y ayer como hoy uno se siente indigando con Doyle. Es verdad, Ruth, lo que dices: Holmes se independizó de Doyle como personaje muy pronto. Tal vez sea el caso más claro de personaje vivo, independiente de su creador.

Gracias por vuestros comentarios: un beso, Ruth; un abrazo, Buggy

Anónimo dijo...

Hola GKCh,
Sin duda si tuviera que elegir sólo uno de los relatos para leerlo escogería el primero, recomendado por Chesterton! ¿Cómo es de largo cada relato individual? ¿Unos son más largos que otros o todos más o menos iguales?
Ha sido una lectura muy agradable! :)
Dos besos!

Anónimo dijo...

:)

Mañana leeré tu nueva entrada!
Buenas noches!
Dos besos!

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